Rodrigo Lozano
→ Santander, Colombia
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Todo empezó cuando mi mamá me contaba anécdotas de sus viajes mochileros por la mayoría de los estados de México. Todas esas aventuras me provocaron el deseo enorme de viajar por todo el mundo; sin embargo, mi situación económica no me permitía hacerlo. En el 2017 me enteré de que una amiga estaba programando una movilidad académica a España por parte de la universidad (Instituto Politécnico Nacional), fue ahí donde empezó la ansiedad de hacer lo mismo.
Con miedo de ser rechazado me atreví a llenar todos los formularios, cumplir los requisitos del idioma (inglés) y demás trámites. La madrugada del 17 de septiembre vi que los resultados de la convocatoria habían sido publicados, y había sido escogido para participar en una movilidad académica en la ciudad de Bucaramanga, Colombia. No diré que fue fácil, pero tampoco que es imposible hacerlo.
Muchas personas me cuestionaron el por qué había escogido un país inseguro, pero para ser sincero no me había fijado en esos detalles hasta que empezaron a decírmelo: “¿y si me meten drogas en la maleta?”, “¿aún habrá carros bomba?” y muchas cosas más que uno piensa de Colombia sólo por ver noticias negativas. Sin embargo, no fueron un impedimento para seguir adelante.
¡Mi primer vuelo en avión y al extranjero!
Sólo pude dormir dos horas antes de salir de mi casa, no podía creer que estuviera sucediendo todo tan rápido. Sólo pude aguantar el despegue, una vez que ya estábamos volando mi cabeza cayó a la ventana para por fin dormir. En el avión hubo un instante en el que sentí un poco de claustrofobia pensaba “¿Para dónde me estoy yendo? ¡Quiero regresar a mi casa!” Me sentí un niño inseguro, con miedos a flote, sin embargo, otra parte de mí me decía que todo iba a salir perfecto.
Después de casi cuatro horas en salas de espera, seis de vuelo y dos de puro transporte llegué a mi destino: Bucaramanga, capital de Santander.
Mi primer inconveniente: la residencia donde me hospedé con una señora y su hijo.
Llegué al domicilio donde me iba a quedar; pero no había nadie en la casa, tuve que esperar dos horas afuera, con el intenso calor de Colombia; de pasar del frío invierno de la Ciudad de México a llegar a un lugar de 30° C. Cuando llegaron pude instalarme en el pequeño cuarto que tenía una cama dura, un closet y un burro de planchar. Tuve que guardar mi primer despensa en el closet porque no me dieron espacio en la cocina.
Mis primeros tres días lloraba en la noche, extrañando y anhelando mi cuarto, familia y amigos que estaban a 3 mil km de distancia.
Para empeorar la situación tuve varios problemas:
Primero, el internet lo quitaban en las madrugadas. Cuando no salía de la casa, todo el tiempo me la pasaba en la habitación con la puerta cerrada intentando descargar películas y series para verlas en la noche antes de que apagaran el módem.
Segundo, se descompuso el refrigerador y adiós a toda la carne comprada.
Tercero, el perro que tenían me ladraba cada vez que llegaba.
Cuarto, en la mayoría de las casas sólo tenían agua fría (o eso me decían), además de ser un baño compartido, ¡Imagínate cuando las necesidades eran grandes!
No diré que fueron malas personas, pero creo que pudieron ser un poco más empáticos.
Me fui después del primer mes, sentí feo por ellos, pero todo empezó a mejorar, conseguí un lugar con otra familia, con un cuarto grande, tenía gimnasio, piscina, agua caliente para bañarme, y la mayor parte del tiempo la casa estaba sola, todo eso por el mismo precio.
La Universidad de Santander (UDES) fue un lugar cálido con un ritmo de vida académico muy diferente del IPN, de tener seis horas por clase en la semana a sólo dos horas como máximo. Todos mis compañeros fueron muy sociables conmigo, tanto que me hicieron una despedida al final de mi estancia. Gracias a la UDES pude cursar una materia en maestría con un gran profesor de Argentina, el Dr. Esteban Otto Thomasz.
Al principio creía que al ser Colombia un país de hispanohablantes sería fácil la convivencia, el ritmo de vida, las costumbres y la cultura; pero todo es completamente diferente. En México es fácil tutear a la mayoría de las personas, pero en Colombia puedes escuchar a los niños hablar siempre de “usted”. La palabra “marica” es como un “wey”; la muletilla de “este” allá dicen “esto”; nuestra típica palabra de “mande” siempre les daba risa cuando un mexicano la decía; el famoso “oye parce” en medallo.
Uno de los choques culturales que más tuve fue la libertad de ser uno mismo, por ejemplo, las personas binarias y no binarias que les atraen personas de su mismo sexo se expresaban como si quisieran ocultarlo, no diré que está mal porque cada quien tiene un ritmo de vida distinto, pero, de ir de la CDMX, donde la mayoría de las personas se expresan como quieren, a llegar al departamento de Santander (en México les decimos Estados), sí era un cambio muy grande, tampoco diré que es en todos los lugares de Colombia, la situación puede ser diferente en la capital que en Bucaramanga.
México es recordado por muchas cosas ante los ojos de otros países, por ejemplo, por programas de televisión como El Chavo del 8, La Rosa de Guadalupe y las telenovelas. Al principio era raro que me lo dijeran —ya que yo no veo nada de eso—, pero llegó el momento en que ya me estresaba escucharlo siempre. También que me dijeran “el acento mexicano es cantadito”; o que uno de los lugares que ellos ubican más es Cancún, aunque no es malo, pero me entristecía que no podían ubicar más allá que ese lugar.
Los colombianos también tienen presente la inseguridad en México, pero considero que en todo país tenemos ese problema, además de que en todos los lugares hay prejuicios y por ello muchos ponían excusas para no visitarlo.
En cuestión de música, allá está muy marcado el reguetón hasta para los adultos; la bachata, salsa, vallenato y otras, aunque la cumbia colombiana a muchos de ellos se les hace vulgar, pero va enfocado más en la forma de cómo la bailan algunas personas, una manera muy inclinada, en la cual flexionan bastante las rodillas y hacen los movimientos. Otro detalle muy importante es que en la salsa colombiana no se acostumbra dar tantas vueltas como en México, y menos en los hombres.
La bebida preferida de ellos es el agua ardiente o el ron de Medellín, no me hice fan de ninguno de los dos, yo opté más por la cerveza, mi preferida fue la Póker. Las bebidas mexicanas eran caras, y no iba a tomar cosas que se encuentran en mi país y menos pagar un valor excesivamente alto.
Las aventuras siempre se presentan sin avisarte, por ello me di la oportunidad de hacer varias cosas que nunca imaginé hacerlas en México.
Una de ellas fue hacer deporte extremo —o algo parecido—, como saltar del bungee jumping, columpio eléctrico en la orilla del cañón de Chicamocha y parapente.
También me animé a hacer varias cosas, como ir a una playa nudista del impresionante Parque Tayrona o ser modelo al desnudo para la clase de un amigo que impartió en la universidad.
Colombia… Colombia… Colombia… ¡Colombia es un país hermoso! Tiene tantos lugares naturales como históricos, tan bellos que no te los puedes imaginar.
Pasar tiempo en una ciudad fría como Bogotá con sus impresionantes calles urbanas, museos, el bello Monserrate con un delicioso tintico (café), hasta ir de antro en uno de los más grandes de América Latina, que siempre cuenta con barra libre hasta cierto horario.
Medellín con su estructura rosada. Caminar en sus bellas calles con cada pintura y estructura, así como recorrer el arte de Botero o arte urbano en la Comuna 13 como pasar un día de picnic en el Parque Arví o simplemente caminar por la ciudad. La rumba nunca se acaba si deseas ir al Poblado a conocer personas de todos los lugares y gustos, así como saborear una bandeja paisa y admirar la impresionante Universidad de Antioquia.
Bucaramanga la ciudad tranquila y bella, conocida por la hormiga culona, con un sabor algo curioso, y si no eres alguien exótico en la comida, puedes probar las empanadas, obleas dulces, buñuelos, patacones o arepas colombianas. Ir al Santísimo, alguna cascada alrededor de la ciudad, o si lo tuyo ya pasó el lado “pueblo”, puedes ir a Barichara a conocer la hermosa estructura de cada casa y pasar por Guane, así como San Gil para los deportes extremos, Mesa de los Santos para probar su rica y deliciosa arepa de choclo y no olvidemos de Socorro para conocer las Gachas de Guadalupe y mojarte un rato.
Cartagena, un regreso ante la Gran Colombia y su hermoso centro histórico para disfrutar un recorrido de noche en bicicleta o ir a un tintico o aromatizante (té) y pasar un momento romántico, conocer el Castillo de San Felipe de Barajas, no te olvides de pasar por las playas, aunque no te recomiendo que te quedes ahí, sino ir a otros lugares como Isla Barú que queda a unas horas, y conocer ese color turquesa.
Santa Marta un lugar tranquilo con playas cristalinas te harán sentir limpio, pero si te encanta la convivencia con el medio ambiente sin haber sido tan afectado por el ser humano (contaminación o una deforestación), puedes aprovechar el impresionante Parque Tayrona, un lugar donde sólo puedes acampar o si tu economía te lo permite, gastar en unas cabañas en la playa, tan ecológico es, que no se aceptan bolsas de plástico.
Espero que antes de ir tengas una muy buena condición física para recorrer muchos kilómetros a pie, y te aviso que aquí no encontrarás mucha recepción móvil ni Wifi, ya que el internet depende de la zona donde te encuentres, pero al final del día irás a dormirte tranquilamente en la oscuridad donde las únicas luces que se encuentran son las bellas estrellas que te harán nadar completamente en el universo; también puedes llegar al desierto de la Guajira, y te aseguro que en este punto debes llegar hasta el norte y disfrutar los paisajes bellos que tiene; y sobre todo ¡no te pierdas en el río más grande y selva de las Amazonas!
Recorre cada lugar, cada pueblo que se te sea posible y si tienes la posibilidad de tomar un tour de esos que te dan un paseo de noche por la selva, te aseguro que vale la pena, pero ten cuidado porque puedes ver de todo tipo de animales: arácnidos o insectos, también puedes ver delfines grises o rosados, recuerda que Amazonas es una selva que está dividida políticamente entre varios países, pero los que viven allí tienen el lema de ser todos amazones sin importar el país.
Si regresara a Colombia, volvería a Parque Tayrona y quedarme como mínimo una semana, así como Amazonas, sin olvidar las fiestas de Medellín.
Todo lo que te conté me dio una perspectiva muy distinta a lo que es el mundo una vez regresando a mi México querido. El vuelo de regreso fue mejor que el de ida: tener un lugar libre a mi lado, ver películas, pedir vino, cerveza y una comida mientras tenía la impresionante vista de las nubes y el paisaje: de montañas, mares, campo y ciudades.
Una vez pisando suelo mexicano, disfruté bastante la hermosa gastronomía mexicana: las tortillas, los tacos, tortas en la calle, tacos de canasta, sopes, quesadillas, mi hermosa cochinita.
El hecho de estar allá me dio mucha madurez, experiencias y conocimiento, pero también una hermosa relación de pareja que persistió más de un año, pese al hecho de empezar aún cuando sabes que tienes que regresar. Estuvimos tres meses juntos, después pasamos seis meses de relación a distancia hasta que él vino a México y volvió todo a fluir, hasta que regresó a Colombia y aunque los dos dimos lo posible para que durara más, terminamos por la inseguridad de no saber hasta cuándo volveríamos a vernos.
Espero que mi historia te haya ayudado a saber que —independientemente del destino que escojas— si tienes dudas de atreverte a hacer algo que te deje fuera de tu zona de confort, puede que sea difícil el cambio, pero vale la pena llevarte esos momentos hasta la muerte y recordarlos, decir “viví de la mejor forma posible, no me arrepiento de nada”.
Sólo te puedo decir ¡hazlo!
Que tengas excelente viaje.