"Decidí irme a Brasil porque significaba lidiar con un idioma que no conocía, me parecía un reto muy importante, y se me hacía algo muy fuera de mi zona de confort que era finalmente lo que estaba buscando".
Andrea
→ Sorocaba, Brasil
← Morelia, México
Yo soy de Celaya y me vine a estudiar a Morelia, durante la licenciatura tenía pensado irme de intercambio pero estaba disfrutando mi carrera, así que decidí no irme. Justo cuando llevaba un año ejerciendo estaba pasando por un momento muy difícil en mi vida y tenía mucha necesidad de un cambio, me sentía un poco cansada del tiempo que llevaba viviendo aquí.
Tenía cosas estables y muchos proyectos pero también sentía la necesidad de probar cosas diferentes y recordé que unos años atrás una amiga que se había ido de intercambio me había contado sobre una agencia que se llama AIESEC y me puse a investigar, cuando vi que era realmente muy sencillo, al principio me pareció muy irreal pero ya después dije “bueno, puedo intentarlo” o sea, mi amiga ya se había ido con ellos.
Como yo ya no estaba propiamente estudiando en ese momento decidí irme de voluntaria, creé mi perfil y apliqué para uno en Argentina y uno en Brasil.
Cuando inicié el proceso era Semana Santa, tenía que elegir el voluntariado al que me iba a ir para el verano. Tú puedes elegir si 2, 3, 6 meses o más. Hay programas un poco más extensos pero yo elegí el corto porque aquí ya tenía mis contratos de las escuelas en donde estoy trabajando, y tenía otros proyectos como actriz.
Me hablaron de ambos lugares casi al mismo tiempo, unos dos días después de haber hecho mi aplicación. Tenía que elegir entre Brasil o Argentina y me puse a considerar muchas cosas, los trabajos y las retribuciones eran diferentes.
Decidí irme a Brasil porque significaba lidiar con un idioma que no conocía, me parecía un reto muy importante, y se me hacía algo muy fuera de mi zona de confort que era finalmente lo que estaba buscando. Fue como haber dado un salto al abismo, porque al menos yo, no tuve mucho tiempo de estudiarlo, yo llegué al aeropuerto y no sabía nada, me confié un poco de que la gente iba a saber inglés, —porque es un requisito—, pero muy poquitas personas lo hablaban.
Para que me asignaran una familia tuve que hacer un video. La familia me aceptó casi de urgencia porque este proceso lo inicié en abril, en junio ya estaba comprando mi vuelo y volaba en julio. ¡Todo fue súper rápido! Era una familia que comúnmente recibía personas, de hecho fui su última voluntaria, pero previo a esto habían aceptado diecisiete personas.
Llegué al aeropuerto de Sao Paulo, pero como a 20 o 30 minutitos está una ciudad que se llama Sorocaba, y ahí fue donde viví ese tiempo.
Las actividades las desempeñé en una casa de la cultura, el turno de la mañana era para peques que iban a la escuela en la tarde y el turno de la tarde para peques que van a la escuela en la mañana. Eran aproximadamente unos 20 niños y niñas de entre 6 y 13 años, a ellos cada día les daban clases diferentes: danza, capoeira, música e idiomas.
Yo les daba la clase de cultura general, les empecé a enseñar un poquito de lo que era representativo de los países y propiamente de la cultura mexicana, les enseñé canciones, la bandera, a hacer piñatas, así como tradiciones. También les daba clases de español y de inglés.
El tema del clima fue algo muy chistoso porque yo decía “pues es Brasil” y no me tomé la molestia de investigar cómo era. Yo llegué en invierno y la verdad es que estaba súper helado, la temperatura era de 0°C, con vientos y sensación térmica de -3. Además yo no llevaba cobijas, ni abrigo. Afortunadamente la familia con la que estuve fue maravillosa conmigo y siempre me estuvo prestando abrigos hasta que puede comprarme el mío.
La familia con la que vivía me apoyó mucho en el tema de los alimentos, se supone que ellos sólo tienen la obligación de darte una comida, pero a mí me consintieron muchísimo, entonces yo conocí todos los alimentos que ellos me quisieron presentar. Lo que yo hacía era comprar despensa que generalmente eran verduras, frutas, cereales y así. A la señora le gusta mucho cocinar, entonces me enseñó muchos platillos.
No fue un gran impacto el tema de los alimentos, lo único que sí es diferente, es que consumen menos verduras y menos fruta. Y pues no hay picante, tampoco soy una persona muy fan del picante pero era muy gracioso que en todos los lugares a donde iba intentaban hacer que me enchilara, pero su picante es más vinagroso, entonces no me enchilaba, más bien me ponía como acidita.
La mayoría de las personas que conocí fueron muy amables, finalmente iba de voluntaria y la gente era muy agradecida. Estuve un ratito en varios lugares de Sao Paulo, además a mí me tocó estar cuando fueron las Olimpiadas de Río y el ambiente que se vivía ahí era otra cosa: era un mezcladero de gente.
El papá de la familia —o sea, mi papá brasilero— hablaba poquito español pero yo le pedí que me apoyara para poder aprender portugués y lo que hicieron en la familia fue no hablarme en español. Me ponían muchos videos, música y algunas cosas de filosofía. Trataba todo el tiempo, —bueno, no trataba, tenía que— hablar todo el tiempo portugués porque, además, pues los niños no hablan español, entonces para poder comunicarme con ellos tuve que ponerme súper lista.
La verdad es que tampoco es un idioma tan diferente al español, la primer semana, más o menos ya entendía, en la segunda semana se me quitó la pena porque me perdí muchas veces y tenía que hablarlo.
Fue muy duro tener que dejar el lugar, porque además eran ciudades bien diferentes. También fue duro despedirme pero sé que se quedaron las puertas abiertas y eso me hacía sentir que hice bien mi trabajo. Fue esa estrellita en la frente por haberle echado un montón de ganas.
Cuando volví estaba un poco triste. Sí fue como “¿por qué no puedo quedarme a vivir aquí?”. Pero también fue muy bonito poder regresar a mi país, y poder retomar mis actividades, todo lo que era mi vida y entender que podía vivir cosas súper maravillosas y que aquí no perdía mi lugar, la verdad creo que he tenido mucha suerte. Digo, también he trabajado mucho en construirla.
Descubrí que puedo hacer muchas más cosas de las que pienso. De pronto veo a mi alrededor y creo que las personas encontramos un trabajo y nos aferramos a él porque es algo “seguro” que tenemos y nos da un poco de miedo soltarlo para buscar algo más.
El tema del miedo siempre es bien grande y yo pensaba que era una persona con muchos miedos, pero de pronto irme era enfrentarlos todos juntos.
Yo tenía ahorros porque había trabajado toda mi carrera, eso también es importante. Descubrí que puedo hacerlo, no sólo en el sentido del miedo sino también en lo económico.
Después de todo eso, nació en mí el deseo de irme ahora de Au Pair. Estuve muchos años trabajando en Morelia (como docente y como actriz) y cuando me hice un espacio vino la pandemia, entonces se me pasó el tiempo por mi edad, —este año cumplo 29—.
Este último año tuve un proceso muy difícil con el tema del COVID, mi hermano falleció, y fue toda una tragedia. Él era médico y se encargaba de esa área, todavía no existían las vacunas, fue justo cuando inició. Todo estaba muy triste en mi vida y decidí buscar cómo irme, porque yo recuerdo que la vez que me fui, me salvó la vida, y dije “a lo mejor ahora me vuelve a pasar”.
Ya no me puedo ir de Au Pair pero encontré un programa que consiste en irte a dar clases pero ya es con trabajo pagado. Te dan hospedaje, comidas y es en Estados Unidos.
Es una súper oportunidad, estoy a punto de sacar la VISA. Básicamente sólo me falta pagarla y la cita se supone que tiene que ser este mes. También ha sido un proceso bien interesante, pero por ahora estoy lista para volverme a ir.